Agua pasa por mi casa

 Jorge Torres 

“El agua se encuentra en todas partes menos en la casa de uno”, es así como nos describe Cantinflas al vital líquido en su famosísima película: El bolero de Raquel. El agua está en todas partes, pero en últimos años, parece huir de nuestras casas, y, sobre todo, rehúye de las zonas urbanas.

El verdadero enemigo del agua es también nuestro mejor amigo: la urbanización. Ha estado en pie en los últimos años y ha ocasionado el desastre de la pavimentación y el cemento con material impermeable, que ha generado la dependencia en el uso del drenaje, disminuyendo la cantidad de agua que podría infiltrarse. He aquí el verdadero problema: hemos alterado el ciclo del agua, y, más específicamente, una de las acciones fundamentales de la precipitación pluvial: la infiltración del agua en las capas del suelo. Esto a su vez, se traduce en disminuir la capacidad de los acuíferos y los veneros de agua para revitalizarse a sí mismos.

Los pozos

Hemos dependido de pozos en su momento, y todavía diversas zonas de la ciudad de Toluca que se benefician de estos sistemas de extracción. Si alguna vez han usado una regadera portátil, o han visto una bomba de agua en acción podré ejemplificar la forma en que los pozos funcionan. El objetivo de estos pozos es captar el agua de los veneros que se forman naturalmente en las capas del suelo, en el proceso de infiltración.  El pozo se va llenando con estos veneritos, que son como pequeños riachuelitos subterráneos, y que, cuando se llena lo suficiente con el agua, entonces esta sube con ayuda de la bomba. Sin embargo, si han sido curiosos con el sistema de abastecimiento de agua en su casa, podrán notar que la bomba, en caso de ser automática, funciona únicamente cuando hay un nivel mínimo de agua necesario para que esta puede ser bombeada. Si ese nivel no se alcanza, el agua no subirá. Así funcionan también varios pozos. No obstante, estos veneros no mantienen una ruta constante, pues pueden verse modificadas sus direcciones por movimientos naturales de la tierra, o incluso por la misma vibración de la bomba. Así pues, donde antes se llenaba un pozo, con el paso del tiempo, podría no hacerlo, no necesariamente por falta de agua, sino, por un cambio en la ruta de estos veneros.

Los pozos también pueden encontrarse en los mantos freáticos, que se generan por la acumulación de agua en una zona impermeable (llámese roca) subterránea. En este caso, el agua se extrae directamente con ayuda de la bomba, y no hay necesidad de esperar a que el llenado alcance un mínimo óptimo.

El problema de ahora encuentra sus causas en un asunto más de comodidad que de verdadera tragedia, pues en los últimos años, lo que ha cambiado no ha sido la cantidad de agua, sino, la cantidad de cemento y pavimentación existente. Basta con asomarse un momento al exterior para percatarse de que el agua sólo corre, e inunda, y moja, y cansa, pero poco se filtra. Y la filtración es fundamental para que los veneros se formen, y los mantos freáticos se recarguen. Cuidar el agua es un término ambiguo, pues parece evidente que su uso limitado a lo absolutamente necesario es puro sentido común, gastar en exceso siempre es malo, para lo que sea. Sin embargo, “ahorrar” agua, y reservarla, y limitarla, no es muy diferente a tener en el cajón $30000 guardados, procurando su gasto mínimo para que dure el mayor tiempo posible, pero sin hacer algo para hacer crecer el dinero, o invertirlo. Sólo retrasamos el inminente desabasto, cuando la verdadera solución se encuentra en regresarle al agua cada metro cuadrado de tierra que le corresponde, para que esta se infiltre y sus bondades lleguen a los veneros y los mantos freáticos de los que tanto dependemos. El verdadero problema del agua no se hace visible, ¿por qué no cuestionar un poco más el constante bombardeo de información sobre esta? Y comenzamos a plantear alternativas que propicien la infiltración del agua: desde cemento permeable, hasta el tratamiento de agua en casa para poder, no ya reutilizar el agua en los baños, sino, usarla para regar las plantas y nuestros campos.



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